sábado, 24 de mayo de 2008

A BAILAR SE DIJO


Estaba sentada en el estudio, escuchando los golpecitos de la lluvia contra la ventana mientras revisaba mis palabras para (por fin) enviar un mail, cuando el teléfono, unas tijeras para cortar tela y una cajita azul de plástico (que hasta el momento habían reposado sobre la mesa) llamaron mi atención.

Cual coreografía practicada por meses, los objetos empezaron a tambalearse junto a la impresora y el computador. Asombrada, mire de nuevo por la ventana y me encontré con las gotas de lluvia que sobre el vidrio se estremecían al ritmo de las vibraciones de la tierra y danzaban junto a la impresora, el teléfono, las tijeras para cortar tela y la cajita azul de plástico que hasta hacía unos segundos no habían dado señales de vida.

Sin pensarlo, me levanté de la silla en la que estaba sentada y empecé a bailar junto a las gotas en un vaivén que se prolongaba por mi cadera, las piernas, los pies, pasaba por el piso, recorría el apartamento y el edificio entero. Las lámparas que cuelgan del techo de la sala y del comedor se contagiaron y empezaron a mecerse en un movimiento tan de otro mundo, tan hecho por arte de magia, que con los ladridos de los perros del 807 y las innumerables llamadas que en ese preciso momento intentaban entrar a celulares y teléfonos fijos, el hechizo pareció romperse y la armonía que llevaba esta danza cambió.

En unos cuantos segundos, Camila, Karina y yo, nos encontramos paradas junto a la puerta viendo un espectáculo inesperado: lámparas chocándose unas con otras sin piedad, vecinos gritando por las escaleras, personas que se alejaban asustadas de los balcones y libros a la puerta del suicido moviéndose lenta (pero decididamente) hacia el borde de los estantes. El desarrollo fue intenso y se prolongó cerca de un minuto.

Prendimos el televisor y en un noticiero nacional se describía el acontecimiento citando al ministro del interior, a ingeominas, al servicio sismológico de estados unidos, y hasta al alcalde. Cifras por aquí, cifras por allá… que la escala de Richter, que el epicentro, que la profundidad, que la propagación...

¡Y yo que esperaba que hubiera sido un 8 mal hecho del dragón que, según Marjane Satrapi, vive en el centro de la tierra!